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  • La imagen de Calanchina publicada en la Revista Alero fue

    2019-06-14

    La imagen de Calanchina publicada en la Revista Alero fue el esquema que se utilizó para éste y otros murales, completando la transferencia con la interpretación de los jóvenes desde su postura ideológica. Si bien es un homenaje ache inhibitor Robin, contiene referencia a la lucha popular, como fue señalado anteriormente. La portada de Alero pintada en el muro fue alterada, se acentuó la gestualidad mostrando rostros de furia y encono, a la vez que se integraron y permutaron la posición de los agentes involucrados en la marcha. También se enfatizó el contraste cromático, exaltando el carmesí tanto de los claveles como del lema: “¡No era tras la muerte a lo que fuimos! Era tras la vida”, que complementa el discurso ya legitimado del martirologio universitario. La inscripción del mural es una adaptación del poema Homenaje del escritor Enrique Noriega: Estos montajes corroboran una idea implícita y constante en la sociedad que construye un lenguaje dialéctico entre el inmolado y la comunidad, como lo afirma José Domingo Carrillo, para el revolucionario “significó dar la vida por el pueblo, quien a su vez tendría bajo su responsabilidad recordar para siempre a los mártires”.
    Martirologio estudiantil En el conflicto armado en general y en el movimiento estudiantil inmerso en la lucha ideológica del conflicto armado interno, en lo particular, es posible vislumbrar la sobreestimación del sacrificio por parte del individuo que optó por el camino de la rebeldía, son diversos los ejemplos que se tienen, aunque poco estudiados, como el poeta Otto René Castillo, la reina de belleza y estudiante, Rogelia Cruz Martínez, y Oliverio Castañeda de León, estudiante y secretario general de la aeu, de quien se tiene una reciente publicación. Pero es destacable el texto: “Era tras la vida por lo que íbamos…” ache inhibitor de la Oficina de Derechos Humanos del arzobispado de Guatemala, que a la par del homenaje a monseñor Juan José Gerardi Conedera, presenta una historia del movimiento estudiantil guatemalteco —destacando la presencia de Robin García y Oliverio Castañeda— y la semblanza de vida de diez estudiantes asesinados. Es importante destacar que los relatos se dispusieron de manera casi bíblica, de la siguiente forma: En ello perdura el paradigma religioso del martirio y se configura al estudiante con las características que ideológicamente se han formado dentro de las tensiones de la misma lucha, como lo señala Enrique Camacho: La conciencia de la muerte en el sujeto revolucionario convive en su andar cotidiano, es parte teleológica de la vida, no obstante, tiene un valor de inmediatez y axioma en la militancia política en un escenario de lucha ideológica armada. El valor que nos interesa destacar es la presencia de la muerte, asumida y presupuesta en la configuración de este sujeto con los valores y condiciones éticas que configuran al hombre nuevo-revolucionario-santo, donde la muerte es el punto de partida para la trascendencia y el martirio la demostración material del amor por la lucha y la utopía. Como lo explica José Domingo Carrillo, “Esta idea de sacrificio, dio lugar al uso indiscriminado de la violencia como interlocutora entre proyectos de revolución social y población civil, lo que dio como resultado la consagración de la muerte como una actitud de protesta”. Los homenajes a vascular cambium los mártires están presentes en las agendas de las organizaciones de izquierda, la muerte de García Dávila y Caballeros Ramírez permanece en la memoria y es parte de la lucha que enarbolaban. La fuerte movilización de las Jornadas de agosto y su momento apoteósico con el sepelio de Robin mantuvo en crisis al gobierno de Laugerud, al punto de abrir una mesa de diálogo como respuesta política, más que una acción judicial en contra de los responsables, no obstante, las organizaciones político-militares interpretaron los acontecimientos desde su propia óptica y quizá, instrumentalizaron sus propios procesos con los recursos disponibles. El pgt perdió supremacía en el trabajo estudiantil ante las posturas de las organizaciones que lo representaban: aeu y frente, pero proyectó a la par de la denuncia del asesinato de Robin y Leonel, su línea ideológica a través de las publicaciones donde intervenían de manera legal como fue la Revista Alero y en la clandestinidad por Ediciones Verdad y Juventud (véase fotografía núm. 7).